"En una ocasión, después de haberle lavado los pies a una de las hermanas, quiso besarlos. La hermana, resistiendo aquel acto de su fundadora, retiró el pie y accidentalmente golpeó el rostro a Clara. Pese al moretón y la sangre que había salido de su nariz, volvió a tomar con ternura el pie de la hermana y lo besó."
Fiesta Agosto 11
Clara significa: "vida transparente"
"El amor que no
puede sufrir no es digno de ese nombre" -Santa Clara.
De sus cartas: Atiende
a la pobreza, la humildad y la caridad de Cristo.
Clara nació en Asís,
Italia, en 1193. Su padre, Favarone Offeduccio, era un caballero rico y
poderoso. Su madre, Ortolana, descendiente de familia noble y feudal, era una
mujer muy cristiana, de ardiente piedad y de gran celo por el Señor.
Desde sus primeros
años Clara se vio dotada de innumerables virtudes y aunque su ambiente familiar
pedía otra cosa de ella, siempre desde pequeña fue asidua a la oración y
mortificación. Siempre mostró gran desagrado por las cosas del mundo y gran
amor y deseo por crecer cada día en su vida espiritual.
Ya en ese entonces
se oía de los Hermanos Menores, como se les llamaba a los seguidores de San
Francisco. Clara sentía gran compasión y gran amor por ellos, aunque tenía
prohibido verles y hablarles. Ella cuidaba de ellos y les proveía enviando a
una de las criadas. Le llamaba mucho la atención como los frailes
gastaban su tiempo y sus energías cuidando a los leprosos. Todo lo que ellos
eran y hacían le llamaba mucho la atención y se sentía unida de
corazón a ellos y a su visión.
Su llamada y su encuentro con San
Francisco. Cofundadora de la orden
La conversión de
Clara hacia la vida de plena santidad se efectuó al oír un sermón de San
Francisco de Asís. En 1210, cuando ella tenía 18 años, San Francisco predicó en
la catedral de Asís los sermones de cuaresma e insistió en que para tener plena
libertad para seguir a Jesucristo hay que librarse de las riquezas y bienes
materiales. Al oír las palabras: "este es el tiempo favorable... es el
momento... ha llegado el tiempo de dirigirme hacia El que me habla al corazón
desde hace tiempo... es el tiempo de optar, de escoger..", sintió una gran
confirmación de todo lo que venía experimentando en su interior.
Durante todo el día
y la noche, meditó en aquellas palabras que habían calado lo más profundo de su
corazón. Tomó esa misma noche la decisión de comunicárselo a Francisco y de no
dejar que ningún obstáculo la detuviera en responder al llamado del Señor, depositando
en El toda su fuerza y entereza.
Cuando su corazón
comprendió la amargura, el odio, la enemistad y la codicia que movía a los
hombres a la guerra comprendió que esta forma de vida eran como la espada
afilada que un día traspasó el corazón de Jesús. No quiso tener nada que ver
con eso, no quiso otro señor mas que el que dio la vida por todos, aquel que se
entrega pobremente en la Eucaristía para alimentarnos diariamente. El que en la
oscuridad es la Luz y que todo lo cambia y todo lo puede, aquel que es puro
Amor. Renace en ella un ardiente amor y un deseo de entregarse a Dios de
una manera total y radical.
Clara sabía que el
hecho de tomar esta determinación de seguir a Cristo y sobre todo de entregar
su vida a la visión revelada a Francisco, iba a ser causa de gran oposición
familiar, pues el solo hecho de la presencia de los Hermanos Menores en Asís
estaba ya cuestionando la tradicional forma de vida y las costumbres que
mantenían intocables los estratos sociales y sus privilegios. A los pobres les daba
una esperanza de encontrar su dignidad, mientras que los ricos comprendían que
el Evangelio bien vivido exponía por contraste sus egoísmos a la luz del día.
Para Clara el reto era muy grande. Siendo la primera mujer en seguirle, su
vinculación con Francisco podía ser mal entendida.
Santa Clara se fuga
de su casa el 18 de Marzo de 1212, un Domingo de Ramos, empezando así la gran
aventura de su vocación. Se sobrepuso a los obstáculos y al miedo para darle
una respuesta concreta al llamado que el Señor había puesto en su corazón.
Llega a la humilde Capilla de la Porciúncula donde la esperaban Francisco y los
demás Hermanos Menores y se consagra al Señor por manos de Francisco.
Empiezan las
renuncias
De rodillas ante San
Francisco, hizo Clara la promesa de renunciar a las riquezas y comodidades del
mundo y de dedicarse a una vida de oración, pobreza y penitencia. El santo,
como primer paso, tomó unas tijeras y le cortó su larga y hermosa cabellera, y
le colocó en la cabeza un sencillo manto, y la envió a donde unas religiosas
que vivían por allí cerca, a que se fuera preparando para ser una santa
religiosa.
Para Santa Clara la
humildad es pobreza de espíritu y esta pobreza se convierte en obediencia, en
servicio y en deseos de darse sin límites a los demás.
Días más tardes fue
trasladada temporalmente, por seguridad, a las monjas Benedictinas, ya que su
padre, al darse cuenta de su fuga, sale furioso en su búsqueda con la
determinación de llevársela de vuelta al palacio. Pero la firme convicción de
Clara, a pesar de sus cortos años de edad, obligan finalmente al Caballero
Offeduccio a dejarla. Días más tardes, San Francisco, preocupado por su
seguridad dispone trasladarla a otro monasterio de Benedictinas situado en San
Angelo. Allí la sigue su hermana Inés, quien fue una de las mayores
colaboradoras en la expansión de la Orden y la hija (si se puede decir así)
predilecta de Santa Clara. Le sigue también su prima Pacífica.
San
Francisco les reconstruye la capilla de San Damián, lugar donde el Señor
había hablado a su corazón diciéndole, "Reconstruye mi Iglesia".
Esas palabras del Señor habían llegado a lo más profundo de su ser y lo llevó
al más grande anonadamiento y abandono en el Señor. Gracias a esa
respuesta de amor, de su gran "Si" al Señor, había dado vida a una
gran obra, que hoy vemos y conocemos como la Comunidad Franciscana, de la cual
Santa Clara se inspiraría y formaría parte crucial, siendo cofundadora con San
Francisco en la Orden de las Clarisas.
Cuando se trasladan
las primeras Clarisas a San Damián, San Francisco pone al frente de la comunidad,
como guía de Las Damas Pobres a Santa Clara. Al
principio le costó aceptarlo pues por su gran humildad deseaba ser la última y
ser la servidora, esclava de las esclavas del Señor. Pero acepta y
con verdadero temor asume la carga que se le impone, entiende que es el medio
de renunciar a su libertad y ser verdaderamente esclava. Así se convierte en la
madre amorosa de sus hijas espirituales, siendo fiel custodia y prodigiosa
sanadora de las enfermas.
Desde que fue
nombrada Madre de la Orden, ella quiso ser ejemplo vivo de la visión que
trasmitía, pidiendo siempre a sus hijas que todo lo que el Señor había revelado
para la Orden se viviera en plenitud.
Siempre atenta a la
necesidades de cada una de sus hijas y revelando su ternura y su atención de
Madre, son recuerdos que aún después de tanto tiempo prevalecen y son el tesoro
mas rico de las que hoy son sus hijas, Las Clarisas Pobres.
Sta.
Clara acostumbraba tomar los trabajos mas difíciles, y servir hasta en lo
mínimo a cada una. Pendiente de los detalles más pequeños y siendo testimonio
de ese corazón de madre y de esa verdadera respuesta al llamado y
responsabilidad que el Señor había puesto en sus manos.
Por el testimonio de
las misma hermanas que convivieron con ella se sabe que muchas veces, cuando
hacía mucho frío, se levantaba a abrigar a sus hijas y a las que eran mas
delicadas les cedía su manta. A pesar de ello, Clara lloraba por sentir que no
mortificaba suficiente su cuerpo.
Cuando hacía falta
pan para sus hijas, ayunaba sonriente y si el sayal de alguna de las hermanas
lucía más viejo ella lo cambiaba dándole el de ella. Su vida entera fue una
completa dádiva de amor al servicio y a la mortificación. Su gran amor al Señor
es un ejemplo que debe calar nuestros corazones, su gran firmeza y decisión por
cumplir verdaderamente la voluntad de Dios para ella.
Tenía gran
entusiasmo al ejercer toda clase de sacrificios y penitencias. Su gozo al
sufrir por Cristo era algo muy evidente y es, precisamente esto, lo que la
llevó a ser Santa Clara. Este fue el mayor ejemplo que dio a sus hijas.
La humildad brilló
grandemente en Santa Clara y una de las mas grandes pruebas de su humildad fue
su forma de vida en el convento, siempre sirviendo con sus enseñanzas, sus
cuidados, su protección y su corrección. La responsabilidad que el Señor había
puesto en sus manos no la utilizó para imponer o para simplemente mandar en el
nombre del Señor. Lo que ella mandaba a sus hijas lo cumplía primero ella misma
con toda perfección. Se exigía mas de lo que pedía a sus hermanas.
Hacía los trabajos
mas costosos y daba amor y protección a cada una de sus hijas. Buscaba como
lavarle los pies a las que llegaban cansadas de mendigar el sustento diario.
Lavaba a las enfermas y no había trabajo que ella despreciara pues todo lo
hacía con sumo amor y con suprema humildad.
"En una
ocasión, después de haberle lavado los pies a una de las hermanas, quiso
besarlos. La hermana, resistiendo aquel acto de su fundadora, retiró el pie y
accidentalmente golpeó el rostro a Clara. Pese al moretón y la sangre que había
salido de su nariz, volvió a tomar con ternura el pie de la hermana y lo
besó."
Con su gran pobreza
manifestaba su anhelo de no poseer nada mas que al Señor. Y esto lo exigía a
todas sus hijas. Para ella la Santa Pobreza era la reina de la casa. Rechazó
toda posesión y renta, y su mayor anhelo era alcanzar de los Papas el
privilegio de la pobreza, que por fin fue otorgado por el Papa Inocencio III.
Para Santa Clara la
pobreza era el camino en donde uno podía alcanzar mas perfectamente esa unión
con Cristo. Este amor por la pobreza nacía de la visión de Cristo pobre, de
Cristo Redentor y Rey del mundo, nacido en el pesebre. Aquel que es el Rey y,
sin embargo, no tuvo nada ni exigió nada terrenal para si y cuya única posesión
era vivir la voluntad del Padre. La pobreza alcanzada en el pesebre y llevada a
su cúlmen en la Cruz. Cristo pobre cuyo único deseo fue obedecer y amar.
La vida de Sta.
Clara fue una constante lucha por despegarse de todo aquello que la apartaba
del Amor y todo lo que le limitara su corazón de tener como único y gran amor
al Señor y el deseo por la salvación de las almas.
La pobreza la
conducía a un verdadero abandono en la Providencia de Dios. Ella, al igual que
San Francisco, veía en la pobreza ese deseo de imitación total a Jesucristo. No
como una gran exigencia opresiva sino como la manera y forma de vida que el
Señor les pedía y la manera de mejor proyectar al mundo la verdadera imagen de
Cristo y Su Evangelio.
Siguiendo las
enseñanzas y ejemplos de su maestro San Francisco, quiso Santa Clara que sus conventos
no tuvieran riquezas ni rentas de ninguna clase. Y, aunque muchas veces le
ofrecieran regalos de bienes para asegurar el futuro de sus religiosas, no los
quiso aceptar. Al Sumo Pontífice que le ofrecía unas rentas para su convento le
escribió: "Santo padre: le suplico que me absuelva y me libere de todos
mis pecados, pero no me absuelva ni me libre de la obligación que tengo de ser
pobre como lo fue Jesucristo". A quienes le decían que había que pensar en
el futuro, les respondía con aquellas palabras de Jesús: "Mi Padre
celestial que alimenta a las avecillas del campo, nos sabrá alimentar también a
nosotros".
Mortificación
de su cuerpo
Si hay algo que
sobresale en la vida de Santa Clara es su gran mortificación. Utilizaba debajo
de su túnica, como prenda íntima, un áspero trozo de cuero de cerdo o de
caballo. Su lecho era una cama compuesta de sarmientos cubiertos con paja, la
que se vio obligada a cambiar por obediencia a Francisco, debido a su
enfermedad.
Los ayunos. Siempre
vivió una vida austera y comía tan poco que sorprendía hasta a sus propias
hermanas. No se explicaban como podía sostener su cuerpo. Durante el tiempo de
cuaresma, pasaba días sin probar bocado y los demás días los pasaba a pan y
agua. Era exigente con ella misma y todo lo hacía llena de amor, regocijo y de
una entrega total al amor que la consumía interiormente y su gran anhelo de
vivir, servir y desear solamente a su amado Jesús.
Por su gran
severidad en los ayunos, sus hermanas, preocupadas por su salud, informaron a
San Francisco quien intervino con el Obispo ordenándole a comer, cuando menos
diariamente, un pedazo de pan que no fuese menos de una onza y media.
La vida de
Oración
Para Santa Clara la
oración era la alegría, la vida; la fuente y manantial de todas las gracias,
tanto para ella como para el mundo entero. La oración es el fin en la vida
Religiosa y su profesión.
Ella acostumbraba
pasar varias horas de la noche en oración para abrir su corazón al Señor y
recoger en su silencio las palabras de amor del Señor. Muchas veces, en su
tiempo de oración, se le podía encontrar cubierta de lágrimas al sentir el gran
gozo de la adoración y de la presencia del Señor en la Eucaristía, o quizás
movida por un gran dolor por los pecados, olvidos y por las ingratitudes
propias y de los hombres.
Se postraba rostro
en tierra ante el Señor y, al meditar la pasión las lágrimas brotaban de lo mas
íntimo de su corazón. Muchas veces el silencio y soledad de su oración se
vieron invadidos de grandes perturbaciones del demonio. Pero sus hermanas dan
testimonio de que, cuando Clara salía del oratorio, su semblante irradiaba
felicidad y sus palabras eran tan ardientes que movían y despertaban en ellas
ese ardiente celo y encendido amor por el Señor.
Hizo fuertes
sacrificios los cuarenta y dos años de su vida consagrada. Cuando le
preguntaban si no se excedía, ella contestaba: Estos excesos son necesarios
para la redención, "Sin el derramamiento de la Sangre de Jesús en la Cruz
no habría Salvación". Ella añadía: "Hay unos que no rezan ni se
sacrifican; hay muchos que sólo viven para la idolatría de los sentidos. Ha de
haber compensación. Alguien debe rezar y sacrificarse por los que no lo hacen.
Si no se estableciera ese equilibrio espiritual la tierra sería destrozada por
el maligno". Santa Clara aportó de una manera generosa a este equilibrio.
Milagros de Santa
Clara
La Eucaristía
ante los sarracenos
En 1241 los
sarracenos atacaron la ciudad de Asís. Cuando se acercaban a atacar el convento
que está en la falda de la loma, en el exterior de las murallas de Asís, las
monjas se fueron a rezar muy asustadas y Santa Clara que era
extraordinariamente devota al Santísimo Sacramento, tomó en sus manos la
custodia con la hostia consagrada y se les enfrentó a los atacantes. Ellos
experimentaron en ese momento tan terrible oleada de terror que huyeron
despavoridos.
En otra ocasión los
enemigos atacaban a la ciudad de Asís y querían destruirla. Santa Clara y sus
monjas oraron con fe ante el Santísimo Sacramento y los atacantes se retiraron
sin saber por qué.
El milagro de la
multiplicación de los panes
Cuando solo tenían
un pan para que comieran cincuenta hermanas, Santa Clara lo bendijo y, rezando
todas un Padre Nuestro, partió el pan y envió la mitad a los hermanos menores y
la otra mitad se la repartió a las hermanas. Aquel pan se multiplicó, dando a
basto para que todas comieran. Santa Clara dijo: "Aquel que multiplica el
pan en la Eucaristía, el gran misterio de fe, ¿acaso le faltará poder para
abastecer de pan a sus esposas pobres?"
En una de las
visitas del Papa al Convento, dándose las doce del día, Santa Clara invita a
comer al Santo Padre pero el Papa no accedió. Entonces ella le pide que por
favor bendiga los panes para que queden de recuerdo, pero el Papa respondió:
"quiero que seas tu la que bendigas estos panes". Santa Clara le dice
que sería como un irespeto muy grande de su parte hacer eso delante del Vicario
de Cristo. El Papa, entonces, le ordena bajo el voto de obediencia que haga la
señal de la Cruz. Ella bendijo los panes haciéndole la señal de la Cruz y al
instante quedó la Cruz impresa sobre todos los panes.
Larga agonía
Santa Clara estuvo
enferma 27 años en el convento de San Damiano, soportando todos los
sufrimientos de su enfermedad con paciencia heroica. En su lecho bordaba, hacía
costuras y oraba sin cesar. El Sumo Pontífice la visitó dos veces y exclamó
"Ojalá yo tuviera tan poquita necesidad de ser perdonado como la que tiene
esta santa monjita".
Cardenales y obispos
iban a visitarla y a pedirle sus consejos.
San Francisco ya
había muerto pero tres de los discípulos preferidos del santo, Fray Junípero,
Fray Angel y Fray León, le leyeron a Clara la Pasión de Jesús mientras ella
agonizaba. La santa repetía: "Desde que me dediqué a pensar y meditar en
la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos
no me desaniman sino que me consuelan".
El 10 de agosto del
año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser religiosa, y dos días después
de que su regla sea aprobada por el Papa, se fue al cielo a recibir su premio.
En sus manos, estaba la regla bendita, por la que ella dio su vida.
Cuando el Señor ve
que el mundo está tomando rumbos equivocados o completamente opuestos al
Evangelio, levanta mujeres y hombres para que contrarresten y aplaquen los
grandes males con grandes bienes.
Podemos ver claramente en la Orden Franciscana, en su carisma, que cuando el mundo estaba siendo arrastrado por la opulencia, por la riqueza, las injusticias sociales etc., suscita en dos jóvenes de las mejores familias el amor valiente para abrazar el espíritu de pobreza, como para demostrar de una manera radical el verdadero camino a seguir que al mismo tiempo deja al descubierto la obra de Satanás, aplastándole la cabeza. Ellos se convirtieron en signo de contradicción para el mundo y a la vez, fuente donde el Señor derrama su gracia para que otros reciban de ella.
Podemos ver claramente en la Orden Franciscana, en su carisma, que cuando el mundo estaba siendo arrastrado por la opulencia, por la riqueza, las injusticias sociales etc., suscita en dos jóvenes de las mejores familias el amor valiente para abrazar el espíritu de pobreza, como para demostrar de una manera radical el verdadero camino a seguir que al mismo tiempo deja al descubierto la obra de Satanás, aplastándole la cabeza. Ellos se convirtieron en signo de contradicción para el mundo y a la vez, fuente donde el Señor derrama su gracia para que otros reciban de ella.
El Señor en su gran
sabiduría y siendo el buen Pastor que siempre cuida de su pueblo y de su
salvación, nunca nos abandona y manda profetas que con sus palabras y sus vidas
nos recuerdan la verdad y nos muestran el camino de regreso a El. Los santos
nos revelan nuestros caminos torcidos y nos enseñan como rectificarlos.
Tras los pasos de
Santa Clara en Asís
En la Basílica de
Sta. Clara encontramos su cuerpo incorrupto y muchas de sus reliquias.
En el convento de
San Damiano, se recorren los pasillos que ella recorrió. Se entra al cuarto
donde ella pasó muchos años de su vida acostada, se observa la ventana por
donde veía a sus hijas. También se conservan el oratorio, la capilla, y la
ventana por donde expulsó a los sarracenos con el poder de la Eucaristía.
Fuente: Corazones.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario