martes, 15 de octubre de 2013

CORONILLA DE LA DOLOROSA


Al igual que el Santo Rosario, la Corona Dolorosa es una oración dedicada a la Santísima Virgen, pero ésta es característica de la Orden de Siervos de María pues recuerda en su rezo siete episodios tristes en la vida de la Santísima Virgen María, posiblemente se remonta al siglo XVII.

Para rezar la Corona dolorosa se emplea un collar de cuentas, muy parecido al rosario, pero con una estructura distinta. Son siete los dolores que se rezan en vez de los cinco misterios del rosario tradicional.

Cada serie empieza con una medalla que muestra uno de los Siete Dolores. Las cuentas en el círculo se usan para rezar la “Ave María”, que son siete en cada dolor. Las medallas en el círculo se usan para el “Padre Nuestro.” La medalla del Primer Dolor (la profecía de Simeón) cierra el círculo. Está conectada a un colgante de cuatro cuentas que termina con una medalla de la Virgen Dolorosa. Las cuentas del colgante se usan para rezar las oraciones de clausura.

Se reza un “Padrenuestro” y siete “Avemarías” por cada dolor al concluir se agrega un Gloria, antes de comenzar el siguiente dolor. Para terminar se rezan las cuentas que cuelgan del collar, se ofrecen por las necesidades de la iglesia y por las lágrimas que derramó nuestra Santísima Madre en la vida y en la muerte de nuestro Señor Jesucristo. Posteriormente se recitan las letanías a la Virgen, que pueden ser la Lauretanas o las Dolorosas, según el gusto del orante.

El símbolo tradicional de los Siete Dolores es el Corazón Doloroso de María, o sea un corazón traspasado por siete espadas y encima de todo una llama de fuego que representa su amor hacia a Dios y la humanidad. Las espadas refieren a la profecía de Simeón (Lucas 2: 33-35).

A continuación reproducimos el texto de los siete dolores que se puede rezar todos los últimos Viernes de mes en el altar de la Santísima Virgen y durante siglos en su desfile procesional.

Oración Inicial

Madre de Dolores, que nos has sido dada como Madre al pie de la Cruz, con el cariño y el atrevimiento de los hijos venimos a acompañarte en tu dolor. Esperamos consolarte en tu dolor por el Hijo muerto y «hecho pecado» por nosotros. En tu dolor por los hijos que rechazan a Dios y a su Iglesia o fomentan el odio entre los hombres. Queremos vivir a tu lado, cubiertos bajo tu manto, ancho como el mundo. Nos ofrecemos a tu Corazón de Madre, para que hagas de nosotros cuanto quieras. Deseamos parecernos a ti, imitar tu fortaleza ante la Cruz, y permanecer siempre unidos, contigo, a Nuestro Señor Jesucristo. Amén.


Primer Dolor

El primer dolor fue de aflicción cuando, teniendo a su hijo en el templo, oyó de Simeón la profecía en que le dijo que la pasión y muerte de su inocente hijo, sería un cuchillo de dolor que le traspasaría el alma.
Considerada que dolor tan inmenso y como ya en los principios, penetraba su compasión en lo más vivo de su alma, con la muerte que le profetizaban que había de padecer su hijo.

¡Oh madre de misericordia, puerto de nuestra esperanza! alcanzad otro tanto de dolor de nuestras culpas con las cuales gravísimamente tenemos ofendido a Dios. Mientras nos obligamos en memoria de este dolor, con un Padrenuestro y siete Avemarías.

- Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ave María Dolorida / sin pecado concebida.

Madre llena de dolor, haced que cuando expiremos nuestras almas entreguemos en las manos del Señor.


Segundo Dolor

El segundo dolor fue de necesidad y temor, por los muchos que padeció la Virgen, huyendo a Egipto, perseguida de Herodes.
Considera como temerosa y sobresaltada saldría de casa y ciudad de Nazaret, de noche para no ser reconocida, con el disimulo posible, por que su hijo no padeciera a manos de tan cruel y tirana persecución.

¡Oh dulce Virgen María!, A ti llamamos los desterrados hijos de Eva para que sirviéndoos humildes, sepamos huir de nuestros enemigos y no perezcamos en la peregrinación. En memoria de aquel dolor, rezaremos un Padrenuestro y siete Avemarías

- Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ave María Dolorida / sin pecado concebida.

Madre llena de dolor, haced que cuando expiremos nuestras almas entreguemos en las manos del Señor.


Tercer Dolor

El tercer dolor fue de tristeza y turbación, por haber perdido a Cristo Jesús, en el templo de Jerusalén. Considera como volvería, apresurada , ansiosa y cuidadosa desde Nazaret, para hallar a su hijo que había perdido las lágrimas que derramaría buscándole por las calles y plazas, preguntando a todos por su amado.

¡Oh madre piadosísima! perdido hemos por nuestros pecados, a vuestro hijo. Ea pues , abogada nuestra , enseñadnos a Jesús fruto bendito de vuestro vientre pues, buscándole cuidadosa, le hallasteis para que le perdiésemos. Y para más obligarnos, diremos en memoria de este dolor, un Padrenuestro y siete avemarías

- Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ave María Dolorida / sin pecado concebida.

Madre llena de dolor, haced que cuando expiremos nuestras almas entreguemos en las manos del Señor.


Cuarto Dolor

Fue el cuarto dolor de amargura encontrando a su hijo santísimo que, con la pesada carga de la cruz subía al Calvario. Considerando este dolo, como afligió al dulcísimo corazón de María , señora nuestra, mirando a Jesús con tan pesada carga, que le hacía doblar las rodillas y el cuerpo hasta la tierra; pálido, acardenalado, desangrado, coronado de espinas y tan desfigurado, que no parecía hombre, quisiera la virgen como buena madre , aliviarle , pero no se lo permitieron,

¡Oh dolor y amargura para quien tanto amaba! Dios os salve mar de amarguras , vida, dulzura y esperanza nuestra: dios os salve; aligerad, pues sois poderosa, la pesada carga que tanto aflige a nuestras almas, y gustare cargarnos, para gloria suya. Mientras os ofrecemos en memoria de este dolor, un Padrenuestro y siete Avemarías

- Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ave María Dolorida / sin pecado concebida.

Madre llena de dolor, haced que cuando expiremos nuestras almas entreguemos en las manos del Señor.


Quinto Dolor

El quinto dolor fue de congoja y aflicción, por ver morir a su hijo en la cruz.    Considera devoto siervo, cuan llena de afanes estaría la dolorida madre, en la ejecución de tan inicua sentencia: Miraba de su hijo, nuestro dios, los pies y las manos, pasados con duros clavos, desamparados no solo de los apóstoles, sus amigos carísimos, sino también de todo consuelo sensitivo.
Oyó sus palabras tan sentidas y el clamor grande con que murió; dando licencia para que después de muerto le abriesen con una lanza cruel el costado.

¡Oh refugio de los pecadores y báculo de nuestras flaquezas! a vos suspiramos , gimiendo y llorando en este valle de lágrimas, rogando nos admitáis por hijo de vuestro dolor, pues fuisteis madre nuestra elegida. Y para más obligarnos, diremos en memoria de este dolor, un Padrenuestro y siete Avemarías

- Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ave María Dolorida / sin pecado concebida.

Madre llena de dolor, haced que cuando expiremos nuestras almas entreguemos en las manos del Señor.


Sexto Dolor

El sexto dolor fué de agonía teniendo a Jesús bajado de la cruz muerto en sus brazos. Considera a la virgen María al pie de la cruz, abrazada con su hijo difunto; hecha un conjunto de dolores que, como aguas de espadas le penetraban el alma, y tan llena de agonías, que si no le fortaleciera la gracia, muriera con su hijo. Mira , para compadecerse sus copiosas lágrimas, que bastaban para limpiar el ensangrentado cuerpo.

¡Oh buena madre, y como este dolor, haciendo oficio de verdugo, os afligía! por vos se dijo, que no puede haber dolor como el que padecisteis. Danos pues señora, danos a Jesús, para que lo enterremos en el sepulcro de nuestro corazón. Mientras decimos en memoria de este dolor, un Padrenuestro y siete Avemarías.

- Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ave María Dolorida / sin pecado concebida.

Madre llena de dolor, haced que cuando expiremos nuestras almas entreguemos en las manos del Señor.


Séptimo Dolor

El séptimo dolor fue de soledad, habiendo dejado a su hijo enterrado en el sepulcro de piedra. Considera la soledad que la virgen, nuestra madre, y cuan sin consuelo quedo, sin que hubiera quien dignamente pudiera consolarla ni enjugar las lágrimas de sus ojos , triste y llorosa se vuelve a la ciudad, aunque llena de fe, aguardadnos la resurrección.
¡Quien buena madre os consolara! ¡ quien dignamente podrá enjugar las muchas lágrimas de vuestro ojos ! ninguna podrá, si ya no es que lo haga vuestro hijo con la resurrección.

¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce virgen María! así como nosotros nos compadecemos de vuestros dolores y no os dejamos en la soledad, acompañad nuestras almas para que sean dignas de las promesas de Jesucristo; mientras os acompañamos en memoria de este dolor, con un Padrenuestro y siete Avemarías

- Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ave María Dolorida / sin pecado concebida.

Madre llena de dolor, haced que cuando expiremos nuestras almas entreguemos en las manos del Señor.

RECEMOS TRES AVEMARÍAS EN MEMORIA DE LAS LÁGRIMAS QUE DERRAMÓ LA VIRGEN MARÍA EN LA VIDA Y EN LA MUERTE DE SU HIJO, NUESTRO REDENTOR, ROGANDO POR LAS NECESIDADES DE LA IGLESIA

Al término del rezo de los siete dolores se recitan las letanías de la Santísima Virgen.

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